Yo no pienso prostituir mi profesión.
La primera idea para cualquiera que lea
este titular aparecido hace unos días en prensa es “en casa del herrero, cuchillo de palo”. Y si, así es. Lo peor
es que mi primer pensamiento, abogada y Máster en Derecho, ha sido “y por qué
será que no me extraña…”.
Uno de los despachos más importantes del
país, una Firma a la que cualquier recién licenciado (o ahora graduado) en
Derecho querría pertenecer, con un prestigio tan difícil de conseguir... todo
esto me lleva a preguntarme, ¿dónde han quedado los valores y el sentimiento de
Justicia?
Si bien es cierto que cuando te licencias
en Derecho sigues creyendo en la maravillosa utopía de poder mejorar un poquito
más la sociedad en la que vives, con el paso de los años y sobretodo con la
experiencia de ir conociendo a compañeros veteranos, te das cuenta que esa idea
con la que has fantaseado durante cinco largos años de estudios, es muy difícil
de conseguir. Y no porque no sea posible, sino, porque hay algunos (y hago
hincapié en lo de algunos) compañeros (para los que no estén familiarizados con
la profesión, entre los abogados nos llamamos “compañeros” –a veces muy a
nuestro pesar porque realmente a algunos no se les puede calificar como tales-)
nunca han tenido ni la vocación ni el sentimiento de Justicia que se nos
debería exigir a todos los abogados.
Recientemente he topado con alguno de
estos: “Eso es así porque yo lo digo”,
“La vida vale tanto porque yo lo considero, me da igual la ley y lo que se diga
en ella”, “La ética en un abogado es lo más importante, no se puede perder
nunca”, “las formas hay que guardarlas siempre”, “Vosotros los jóvenes no
debéis exigir dinero”. Y todo esto a grito pelado, con la barriga hinchada
y mirándote por encima del hombro. “Dime
de lo que presumes y te diré de lo que careces” o “se cree el ladrón que todos
son de su condición” salen del refranero de la abuela para definir a este señor
(si es que se le puede llamar así). Infringiendo el código deontológico del
abogado (no diré aquí cómo, pero os aseguro que de manera muy descarada como
para ir predicando lo predica), presentando
escritos sin una sola fundamentación jurídica y sin guardar sus tan importantes
formas y, para más inri, aprovechándose de varios abogados con experiencia
desesperados por la difícil situación laboral que atravesamos.
Lamento decir que así son muchos de mis
“compañeros”. No me extraña que luego a los abogados se nos tilde de buitres
comiendo carroña… La verdad es que los hay. Sin embargo, yo sigo viviendo en mi
utopía, sigo creyendo que las cosas se pueden hacer bien, que los valores
tienen que estar por encima de todo, que el bien está por encima del mal, que
aunque muchas veces sea difícil, la Justicia existe y no seré yo quien dé de
comer a abogados como estos. No me da la gana compartir despacho con ellos y
mucho menos que me hagan hacer cosas que no considero que sean mínimamente
correctas. Y todo a cambio un mísero sueldo.
Soy yo y abogados en mi situación (sin
trabajo y con algo de experiencia) quienes debemos frenar esto. Somos
profesionales, con una maleta cargada ilusión y ganas de aprender. Dos
cualidades que quizás valen más que la tan consolidada experiencia de la que
muchos abogados presumen. Mi poca o mucha experiencia no me va impedir realizar
un buen trabajo y mis conocimientos pueden aportar mucha más luz a un caso de
lo que nadie cree. Y eso, muy Sres. Míos, se paga.
Ni muchísimo menos pretendo negar la ignorancia
con la que salimos de la carrera. Es totalmente cierto que no sabemos nada de
la de práctica jurídica y no es menos cierto que a un abogado con experiencia
le supone parte de su tiempo y esfuerzo enseñar a los neófitos, pero no
olvidemos que han sido cinco años de formación, no necesitamos cuatro o cinco
más para seguir formándonos. Y es que, la pasantía en los abogados es algo que
nunca he entendido y creo que nunca entenderé. Un ingeniero cuando sale de la
carrera, empieza cobrando un 60% del sueldo durante su primer año y al cabo de
dos cobrará el 100%. El sueldo que se merece. ¿Qué pasa con los abogados? ¿Por
qué nosotros debemos trabajar dos o tres años GRATIS? ¿No invertimos
tiempo y conocimientos nuevos? ¿Qué nos diferencia que cualquier otra
profesión?
Pues eso, que creo nuestras cualidades
también deben ser retribuidas. Dejar un despacho con el que no comparto mis
ideales, me lo puedo permitir porque tengo un respaldo económico y psicológico
de mi familia y mi pareja, claro está. Puedo darme el lujo de seguir buscando
un bufete en el que pueda desarrollarme profesionalmente como yo quiero, pero
hay miles y miles de abogados jóvenes como yo que no se lo pueden permitir,
simplemente porque necesitan el poco dinero que estos abogados buitres quieran
pagarles para poder vivir. A los que están en esa situación no soy yo quién
para pedirles nada, pero a los que, como yo, tenéis la suerte de poder aguantar
algún tiempo sin trabajar, os pido, desde mi utópico mundo, que no permitamos a
estos carroñeros arruinar a los nuevos abogados. Los años de “pasantía”
deberían ser ya cosa del pasado.
Y, como dice un buen amigo y compañero (este
sí es compañero)… “yo no pienso prostituir mi profesión”.
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